miércoles, 15 de julio de 2009

El fogón de Artigas - Los Orientales a la intemperie...

“...los hombres respiraban patriotismo hasta por los poros.” (Ramón de Cáceres, Reseña Histórica e Imparcial...)


No todos.

“Orientales, la Patria peligra,
reunidos al Salto volad,
LIBERTAD entonad en la marcha,
y al regreso decid LIBERTAD”.

Con éstos versos que integran su “Marcha Oriental” ,el poeta de la patria Bartolomé Hidalgo, llamaba a todos su compatriotas a unirse en la emigración para resistir a la tiranía y reafirmar la libertad. Porque no todos los orientales estaban allí. Como lo sostiene la historiadora Lucía Sala, estos acontecimientos provocaron las primeras divisiones entre los patriotas. Un grupo integrado por algunos de los expulsados por Elío de Montevideo -letrados, militares, hijos de destacadas familias de la ciudad, en una palabra, integrantes del Patriciado - se fue tras el ejército de Rondeau hacia Buenos Aires. Para ellos la revolución significaba la posibilidad de hacer una rápida carrera, de la que habían sido privados durante el dominio español, lejos de las multitudes paisanas a las que no tenían ninguna simpatía. Oficiales de carrera, ricos abogados, aspiraban a tener un papel relevante en gobiernos donde gente como ellos desempeñasen una función preponderante. Uno de los más destacados, por su juventud, ambición, inteligencia y falta de escrúpulos era Nicolás Herrera, que mientras se dirigía hacia la ex-capital virreinal, veía marchar hacia el norte un conglomerado humano por el que solo sentía desprecio.

Algunos estancieros muy poderosos, que creyeron poder resistir la brutalidad portuguesa, se quedaron. Saladeristas y abastecedores de las tropas, afincados en las afueras de Montevideo, tampoco abandonaron sus residencias. Sufrieron luego en sus personas, algunos a través de encarcelamientos, el rencor de Elío.

A la intemperie.

En carretas , con sus esclavos y ganados, algunos grandes hacendados marcharon tras las tropas artiguistas. Pequeños y medianos estancieros, comerciantes, agricultores, peonadas y esclavos, emprendieron la larga marcha hacia el litoral norte. Atravesaron lentamente el río Uruguay, experiencia que tuvieron que reiterar una vez que fracasó el intento de iniciar la reconquista a principios de 1812, por la continuada presencia portuguesa. En el campamento definitivo del Ayuí , en Entre Ríos, a la intemperie soportaron el invierno de ese año.

Las familias orientales padecieron grandes sufrimientos, pese a algunas ayudas recibidas desde Buenos Aires, posteriormente de Paraguay y de los vecinos de Entre Ríos y Corrientes. Artigas se convertirá en esas circunstancias en el jefe patriarcal , preocupado por todo y por todos, a pesar de que se carecía de lo más elemental, salvo la carne, conmovido por los sufrimientos de la gente. Sin embargo, todos los que visitaron el campamento hicieron notar que paisanos y soldados, soportaban estoicamente y hasta con alegría las duras condiciones de vida, respetando y admirando a José Artigas. ¡ Cuántos amores, cuántos niños nacidos a la luz de las estrellas, cuántos ancianos sepultados lejos del pago, aunque fuese en una tierra amiga ! ¡ Sonrisas y lágrimas de héroes anónimos, que como todos los héroes no sabían que lo eran !

Así los vieron los visitantes.

El Cnel. Nicolás de Vedia dejó el testimonio de cómo los “soldados maniobraban diariamente y hacían ejercicios de fusil y carabina con palos a falta de armas.” También llegó hasta el abigarrado campamento, el emisario de la Junta del Paraguay Bartolomé Laguardia, que escribió testimonios valiosos sobre el exilio de los orientales. “Toda esta costa del Uruguay está poblada de familias que salieron de Montevideo ; unas bajo las carretas, otras bajo los árboles y todas a la inclemencia del tiempo, pero con tanta conformidad y gusto que causa admiración y da ejemplo...La tropa es buena, disciplinada y toda gente aguerrida, la mayor parte compuesta de los famosos salteadores y gauchos que corsaron estos campos, pero subordinados al General, y tan endiosados en él que estoy seguro en que no han de admitir a otro jefe en caso de que Buenos Aires quiera sustituir a éste....El General es hombre de entera probidad...”

El paraguayo tenía una percepción penetrante, pues justamente ese “endiosamiento” de Artigas, era visto desde Buenos Aires con sombrío interés, pues al gobierno de la capital “ no le gustaba de que se hablase a favor del caudillo oriental “y era evidente, que ningún factor externo podría hacer que Artigas dejara de ser el Jefe de los Orientales.

Un gobierno patriarcal.

Artigas propuso al Triunvirato, como forma de obtener recursos para socorrer a las familias que se tomaran las rentas eclesiásticas y los bienes de los enemigos. Todos los gastos superfluos fueron eliminados, “quitándose el exceso en todo”. Pero todo era poco para alimentar y vestir a miles de compatriotas , muchos “enteramente desnudos rodeados de una familia numerosa que es la imagen de la indigencia...”

No obstante las dificultades, pudo instalar el hospital , en donde casi de limosna se acopiaron algunas medicinas ; y una armería, para la cual se echó mano al “ fierro” de las carretas y a todo lo inútil que pudiera volver a servir, “sacando recursos de la imposiblidad misma”. Las miserias no atenuaban el rigor de la disciplina más estricta. Artigas era inflexible en el castigo de los delitos, especialmente el hurto, nunca tan odioso como en esas circunstancias, y los asesinatos.

El primer censo de los orientales.

Como expresan Reyes Abadie,Bruschera y Melogno, en las difíciles circunstancias de estar buscando el lugar definitivo donde asentar al pueblo emigrante, Artigas dispuso que se confeccionara el “padrón” de las familias, que posteriormente remitió al gobierno de Buenos Aires. En él se registran más de 800 familias -a las que se censa distinguiendo hijos mayores y menores, y esclavos de uno y otro sexo- con 4.031 personas, y 845 carruajes, haciéndose la salvedad de que el Padrón no comprende un “número considerable de familias por hallarse distantes los carruajes, ni los hombres sueltos agregados a ellos y empleados en caballadas : por un cálculo arreglado ascenderán a 100 las carretas que no se han expresado, además de otras que van llegando de nuevo de varios puntos de la costa del Uruguay.”

“De todos los testimonios que nos han quedado sobre el Exodo”- sostiene Pivel Devoto -ninguno como éste capaz de trasmitir con mayor poder de sugestión lo que pudo ser aquel hecho. Los nombres de los pobladores asocian en la memoria el pago donde estaban afincados hasta el momento en que abandonan todo ; el número de hijos mayores y menores, sumado en cada caso al de los padres, reconstruye la imagen de las familias ; los esclavos junto a los amos, la idea de una sociedad en la que prevalecía aún la desigualdad ; el número de carretas y de bueyes, la capacidad, los recursos de cada inmigrante ; y el conjunto de todos ellos, la proporción del episodio.”

Hacia la inevitable crisis política.

Desde el punto de vista político tres hechos deben destacarse de éste período : la agudización de las contradicciones con el gobierno de Buenos Aires, el acercamiento a la Junta del Paraguay y con las poblaciones de Entre Ríos y Corrientes, que auxiliarán con lo que pueden a los orientales, pero provocarán una sorda irritación en la capital, y una nueva escisión entre los orientales, pues los rigores separarán a los oportunistas deseosos de honores y fortuna, de los auténticos patriotas.

Los factores desencadenante serán :la retirada portuguesa, la posibilidad de reiniciar la guerra contra Montevideo, y el nombramiento de Manuel de Sarratea como comandante en Jefe del Ejército de Operaciones, dejando de lado y postergando a José Artigas y a sus bravos orientales.

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