martes, 14 de julio de 2009

Del pasado efímero - La derrota de la unión conservadora

El reformismo impulsado desde su segunda presidencia (1911-1915) por José Batlle y Ordóñez, había aportado al Uruguay la consolidación de un Estado sólidamente implantado en la realidad del país, con bancos estatales como el BROU, el de Seguros y el Hipotecario; con la UEE monopolizando la energía eléctrica en sus primeros desarrollos, así como una concepción de mediador en el conflicto social, sintetizado en esa frase tan manida “para que los ricos sean menos ricos y los pobres menos pobres”, impulsando la educación pública como un instrumento de integración y movilidad social de un Uruguay que contaba con un importante aporte inmigratorio.
También había asustado a la oligarquía terrateniente, al alto comercio, a los empresario s ingleses dueños todavía de empresas estratégicas, a la Iglesia católica , todavía integrante del Estado según la vieja constitución de 1830 y por supuesto, al Partido Nacional, derrotado en la última guerra civil de 1904 y mantenido en un ostracismo político por el férreo exclusivismo colorado de Batlle.

No sabiendo dónde y cuándo dar la batalla, desde que en 1911 Batlle y su círculo se descargaron con una andanada de reformas que consideraban “peor” que el socialismo, desde 1913 y a propósito del tema de la necesaria reforma de la constitución, las distintas vertientes opositoras empezaron a organizarse para detener el “inquietismo” batllista al que consideraban nefasto para el país.

En torno del anticolegialismo se articuló un vasto frente opositor al batllismo que incluía a los grandes estancieros que fundaron en 1915 su nuevo sindicato, la combativa Federación Rural del Uruguay, en lugar de la reblandecida Asociación Rural; el alto comercio de importación; sectores financieros vinculados al capital inglés y al Banco Comercial; la Iglesia Católica, irritada por las embestidas secularizadoras del batllismo y el Partido Nacional, donde se destacaba la figura ascendente de Luis Alberto de Herrera, pugnando por imponer sus puntos de vista, no siempre aceptados por el resto de la dirigencia partidaria.

La gran batalla fue la elección para integrantes de la Asamblea Constituyente realizada el 30 de julio de 1916, cuando la presidencia era ocupada por el Dr.Feliciano Viera, sucesor de Batlle.
El Batllismo (únicamente apoyado por el Partido Socialista) fue derrotado por una coalición de votos de origen nacionalista, colorados “riveristas” ( de Manini Ríos), y de los cívicos vinculados al catolicismo. No fue una elección más en el país: fue la primera con voto secreto , representación (casi) proporcional y sufragio universal (masculino) - tres elementos decisivos para la democracia política, reivindicados por los nacionalistas , pero siempre postergados por los colorados batllistas - . En las elecciones más democráticas en lo que iba del siglo el oficialismo salió derrotado.

Y fue sensible a la derrota: Viera anunció el “alto” al reformismo , que pronto se transformó en una marcha atrás. Esto provocó la ruptura con Batlle. Viera, halagado por los sectores más conservadores, cumplió el sueño de todo presidente: tener su partido propio; será el Partido Colorado Radical, con fuerza suficiente entre los burócratas de la administración pública como para darle más de un dolor de cabeza al mayoritario Batllismo del Lema colorado.

Por otro lado , los vencedores del 30 de julio, quedaron en un estado de exaltación tal, que sus elementos más radicales, vinculados a los sectores empresariales, bajo la influencia de un enemigo jurado del batllismo, del socialismo y de todo lo que sonase a progresista en el país como lo era el Dr. José Irureta Goyena, se aprestaron ,al entrar en vigencia la nueva constitución en 1919 , en darle un nuevo impulso a su ofensiva para desarticular totalmente los avances estatistas y democratizadores en el Uruguay.

Por si faltaba algo, en 1919 se vivían en el Uruguay conmociones internas de carácter social y económico por la crisis de la postguerra que se hacía sentir en el nivel y precio de las exportaciones, a lo que se sumaba las repercusiones de la Revolución rusa. Todo estaba dado para alarmar al sector más duro de la oligarquía. En base a su éxito anterior contra el batllismo, pensaron que había llegado el momento de organizar un partido de “clase” que definitivamente dejara de lado las incertidumbres que creaban muchas veces los políticos profesionales, caso de Herrera, con compromisos populares que mellaban las medidas favorables a las clases poseedoras.

Es así que se organiza el partido llamado “Unión Democrática” que agrupaba a los figurones más connotados de las fortunas nacionales. Además del citado Irureta Goyena, se encontraban en su lista nombres tales como Francisco Piria, Elías Regules, Ramón Alvarez Lista, Jorge Cooper, Enrique Lussich, Carlos Arocena, Julio Mailhos, José P. Damiani, Alejandro Victorica, Ricardo Shaw, Antonio Otegui, Carlos Anselmi, entre otros que subrayan las características sociales de este movimiento político. Para apreciar la trascendencia de estos nombres vinculados al empresariado rural, mercantil, bancario, es preciso hacer notar, a manera de ejemplo, que Jorge Cooper era presidente de la Cámara de Comercio Británica, nave insignia de la influencia inglesa en el país.

Sin embargo, desde los partidos Colorado y Nacional se elevaron críticas por considerar que ese camino , formando un partido directamente vinculado a una clase, era totalmente contraproducente y tendría resultados nefastos para el país. Uno de los críticos más relevantes, fue Herrera líder ascendente y acérrimo antibatllista, quien llamó a permanecer dentro de los partidos considerados como “escudos de acción y de patriotismo” advirtiendo contra “quimeras y príncipes encantados”.
Los líderes colorados y blancos percibían que era necesario para sus intereses mantener a sus respectivos partidos como organizaciones pluriclasistas, forma mucho más inteligente de manejar una sociedad de ya complejas articulaciones.

Las elecciones legislativas del 30 de noviembre de 1919, significaron un fiasco rotundo de la “Unión Democrática”. Sobre un total de sufragios emitidos de 192.978 únicamente recogieron 686( un escuálido 0,35% del total) y todos en Montevideo. El Partido Colorado salía nuevamente vencedor , cobijando el lema a un mayoritario batllismo (27,68%) junto con riveristas, vieristas, batlli-brumistas,( en conjunto un 20,47%) que no obstante las discrepancias, aseguraban con un 48,15% de los votos la supremacía frente a los Nacionalistas que llegaban al 44,75% del total de sufragios.

Las clases dominantes aprenderían de su fracaso. Al enterrar toda veleidad “partidista”, enfocarían su acción en sentido “moderno”, convirtiéndose definitivamente en grupos de presión, para satisfacer sus intereses a través de un sistema de partidos pluriclasistas, convertidos en funcionales a la conservación de sus intereses.

Bibliografía de referencia:
La República Conservadora (1916-1929) Gerardo Caetano
La época batllista (1903-1929) Benjamín Nahum
Batlle, los estancieros y el imperio británico - José Pedro Barrán y Benjamín Nahum

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