miércoles, 15 de julio de 2009

El fogón de Artigas - La derrota de Artigas: la hora de los egoísmos...

“Hablaré por esta vez y hablaré para siempre. V.E. es responsable ante la patria de su inacción y perfidia contra los intereses generales. Algún día se levantará ese tribunal severo de la nación, y administrará justicia equitativa y recta para todos.” Artigas a Pueyrredón.Purificación.13 de noviembre de 1817).

La guerra en dos frentes y sus consecuencias.

La complicidad del Directorio porteño con los invasores portugueses y todas sus iniciativas para liquidar a la Liga Federal llevaron ineluctablemente a una guerra civil, desastrosa para las provincias del litoral, especialmente Santa Fe y Entre Ríos en cuyos campos y pueblos se verificaron los episodios bélicos.

Si bien el propósito del Director Pueyrredón de derrotar a Artigas no se cumplió, si fue posible el debilitamiento de la cohesión interna de la Liga Federal. La imposibilidad de Artigas de atender directamente los asuntos de las provincias y las intrigas desatadas por Buenos Aires entre los subalternos artiguistas, sumado a la falta de comprensión por parte de los caudillos locales, sobre cuales eran los principios fundamentales que estaban en juego en la lucha contra el Directorio y Portugal - nunca llegaron a comprender que eran dos piezas de un mismo problema - disminuyeron el prestigio de Artigas, elevando a los caudillos locales, en especial Francisco Ramírez (Entre Ríos) y Estanislao López (Santa Fe).

A lo largo de estos años de guerra civil ambos bandos sufrirán transformaciones de importancia. Por el lado del Directorio porteño se intentará todo para aplastar al federalismo : llamado al Ejército de los Andes que se aprestaba a iniciar la campaña contra los españoles que dominaban Chile y Perú , orden desobedecida por su jefe el Gral. San Martín, que sin embargo no simpatizaba para nada con Artigas. Luego, una vez aceptada la renuncia de Pueyrredón y nombrado como nuevo Director el Gral. José Rondeau, a éste le corresponderá la triste tarea de volver a solicitar a los portugueses que invadieran el Entre Ríos para liquidar a las fuerzas federales. El éxito mayor logrado por la dirigencia porteña fue la firma del tratado de San Lorenzo con Estanislao López. En virtud de este acuerdo, desautorizado por Artigas, la sufrida provincia santafesina se separó de la Liga Federal -transitoriamente- pero el hecho dice mucho acerca de las aspiraciones de su caudillo.

La caída del régimen centralista porteño.

Todos los manejos directoriales, no obstante , provocarán el incremento de la oposición contra el Director y el Congreso, incluso en la propia ciudad de Buenos Aires, donde comienza a perfilarse , borrosamente, la formación de un partido afín con el federalismo. En l819, la aprobación de una Constitución centralista , autoritaria y aristocratizante, que valía tanto para una república como para una monarquía, provocó un repudio generalizado de todas las provincias. La situación económica era lamentable, producto de los años de guerra, pero también por la aplicación de un libre comercio irrestricto que favoreció ampliamente a los ingleses y sembró pobreza y privaciones entre la gente común. Motines pro-federales estallaron esporádicamente, incluso dentro de los rangos del ejército porteño. En esas condiciones no es de extrañar, la fulminante ofensiva federal sobre Buenos Aires que logra el triunfo de Cepeda el 1 de febrero de 1820. Las montoneras del Litoral, a cuyo frente venían López y Ramírez -este como representante de Artigas - atan sus caballos en la pirámide de Mayo, en la plaza principal de Buenos Aires, provocando el terror y el espanto en la oligarquía porteña. Esta oligarquía, disuelto el régimen directorial, buscará cualquier medio para lograr la retirada de los “bárbaros” de la orgullosa ciudad porteña.

La venganza de la oligarquía

Fue en esas circunstancias, en medio del caos provocado por la derrota, en que un Cabildo constituyó una Junta de Representates de la Provincia de Buenos Aires, la cual a su vez eligió a Manual de Sarratea, viejo enemigo jurado de Artigas, como Gobernador Provincial. Sarratea se reunirá con los caudillos triunfantes en la localidad del Pilar, firmando un Pacto el 23 de febrero en la que logra dos objetivos fundamentales. A partir de un reconocimiento muy vago y general acerca del federalismo, en su texto se desconoce la existencia de la Liga Federal y la autoridad de Artigas, reconocido simplemente como gobernador y capitán general de la Provincia Oriental. (Una provincia totalmente dominada por los portugueses a esa altura de los acontecimientos). Ni una palabra de ayudar a los orientales contra los invasores. En cambio se sabe que existió un acuerdo secreto entre Sarratea y Ramírez, en que el primero se comprometía a ayudar al entrerriano en el caso de que fuera atacado por Artigas : no había que ser muy adivino para conocer como iba a reaccionar el caudillo.

El federalismo artiguista derrotado

La firma del tratado marca la derrota del federalismo artiguista. Los caudillos que vencieron en Cepeda no habían entendido el alcance del mismo. Para ellos todo terminaba con la derrota de Buenos Aires. La lucha contra Portugal era vista como un sacrificio demasiado duro. El federalismo de un López o de un Ramírez es una cáscara que recubre el egoísmo localista. Por el lado de Buenos Aires, la habilidad de Sarratea consistió que en el momento de su peor derrota, sin embargo, logra conservar algo y sembrando cizañas en el campo vencedor, crear un ambiente de guerra civil entre los caudillos federales, que a la postre los destruirá a todos.
Como expresan Reyes Abadie, Bruschera y Melogno la oligarquía porteña supo tener la suficiente astucia como para negociar su derrota, arrastrando tras sí la derrota del artiguismo.

La respuesta de Artigas a todos estos hechos nefastos será fulminante. Rechazando el Pacto del Pilar, le declaró la guerra a Ramírez ( efectivamente responsable del desconocimiento de su autoridad de la que era delegado) . Este recibió por parte del gobierno de Sarratea todos los socorros militares que le habían sido negados a los orientales para la guerra contra los portugueses.

La guerra civil desangró a todos. En una serie de inexorables derrotas militares, Artigas se irá retirando cada vez más hacia el norte. Su respuesta política será la refundación de la Liga Federal , a través del Pacto de Avalos , integrando a Corrientes, Misiones y una Provincia Oriental puramente nominal. Haciendo prodigios logra mantener una fuerza combatiente desde marzo hasta agosto. Pero la suerte estaba echada en su contra : en los primeros enfrentamientos Artigas contó con 3.000 combatientes. Al final, en el potrero de Avalos, escaparon solo 12 con 11 caballos : Artigas - como recuerda Carlos Machado - logró salvarse de no caer prisionero de Ramírez en ancas del caballo de Manuel, su primer hijo.

Artigas nos espera

Acorralado por los portugueses, por Ramírez, por los bañados correntinos que son intransitables, la única opción que le queda es internarse en el Paraguay. Allí gobierna alguien para quien Artigas es un enemigo : Gaspar Rodríguez de Francia. En sus últimos momentos, rodeado de unos pocos fieles seguidores, acompañado por los indios guaraníes quienes siguen sintiendo una devoción tal que, a su paso, le piden la bendición, Artigas recordará a los orientales presos en las cárceles portuguesas y les enviará los últimos recursos que le quedan para aliviar su suerte . Hacia Río de Janeiro partirá Francisco de los Santos, el último chasque del caudillo para cumplir con su misión humanitaria. El 5 de setiembre de 1820, Artigas entró en Paraguay. Jamás regresó al mundo exterior ni volvió a tomar parte alguna en la política rioplatense.

A partir de allí el resto será, prácticamente, el silencio hasta su muerte en el año 1850. Sus enemigos tendrán el tiempo suficiente, más de 80 años para elaborar sus infamias en la leyenda negra de Artigas. Demolerla fue y sigue siendo una tarea esclarecedora para todos los patriotas americanos.

Carlos Quijano en un emocionado homenaje a Artigas escribió en 1986 : “Otros hubieran querido explicarse y justificarse. El, en su recóndito ostracismo, no. Ni se explicó, ni se justificó. Después de haber librado batalla, calló. Ese su augusto silencio no tiene paralelo ni ejemplo...Tanto o más que su brioso batallar, es su transido silencio el que ahora nos golpea, el que nos golpeará siempre mientras los orientales y aún los americanos no seamos lo que él quiso que fuéramos.”

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