miércoles, 15 de julio de 2009

El fogón de Artigas - La defensa de la soberanía de los pueblos

“El pueblo de Buenos Aires es y será siempre nuestro hermano, pero nunca su gobierno actual.”
(Artigas a Sarratea, 25 de diciembre de 1812).


Vuelve la guerra contra España

Al firmarse el tratado Rademaker-Herrera, a instancias de la diplomacia inglesa llevada adelante por Lord Strangford en Río de Janeiro, los portugueses se vieron obligados, a partir de mayo de 1812 a retirarse de la Banda Oriental. Volvía a ponerse en el orden del día de la revolución la posibilidad de abrir nuevamente la guerra contra el gobierno españolista de Montevideo. El Triunvirato que oportunamente había tramitado el armisticio, ahora resolvió recomenzar la guerra. Para lograr ese objetivo, destacó hacia la zona del Ayuí a uno de sus miembros, Manuel de Sarratea para ponerse al frente de las operaciones, junto a las tropas porteñas enviadas a la zona y las tropas orientales, presentes en su exilio junto a su Jefe.

La llegada de Sarratea significó, de hecho, la destitución de Artigas en el cargo que el propio gobierno bonaerense lo había designado desde el pasado mes de octubre. Este hecho no podía desligarse del desconocimiento de las reivindicaciones de los orientales a atenerse a sus propias decisiones. Para Buenos Aires el tema era simple : las fuerzas bonaerenses más las orientales debían formar el “Ejército del Norte.”

Sarratea, el intrigante.

Sarratea era un centralista, un astuto diplomático, amigo de Lord Strangford -con quien colaboró para llegar al armisticio- pero no era un militar. Su presencia en el Ayuí se explica justamente, para poner término a la autonomía de hecho con la que se manejaban los orientales y que desde Buenos Aires era vista como un mal ejemplo para el resto de los pueblos rioplatenses.

El campamento de Sarratea se convirtió en un centro de atracción para los orientales que , a pretexto de las fuertes privaciones en que se vivía, estaban dispuestos a aceptar ofertas para mejorar su posición. Sarratea estaba en condiciones de ofrecer ayuda a las familias necesitadas, en tanto que Artigas no contaba con los necesarios recursos. Ese será el instrumento utilizado para intentar debilitar la cohesión demostrada ,hasta entonces, por los orientales en torno a su conductor. Fiel aliado del porteño, fue el Jefe de Estado Mayor Viana, quien logró la defección de Ventura Vázquez, colocado por Artigas al frente del Cuerpo de Blandengues, Eusebio Valdenegro, Pedro Viera y el cura Santiago Figueredo , además de algunos influyentes hacendados que abandonaron el campamento del Ayuí. El Coronel Ramón de Cáceres recuerda que “Desde entonces quizás, Artigas, tuvo predilección por los gauchos, pues le he oído decir que había encontrado más virtud entre ellos que entre los hombres de educación.”

El pueblo oriental es este , reunido y armado.

En esas circunstancias, Artigas presentó renuncia al cargo militar que lo subordinaba a Buenos Aires, quedando a partir de ese momento con la única investidura, popular, de Jefe de los Orientales. Las relaciones se tensaron al máximo. Los orientales deliberaron una y otra vez, decidiendo enviar a Buenos Aires a la misión de Manuel Martínez de Haedo. Los sectores más radicales intentaron constituir una Junta Independiente de Buenos Aires, al estilo de lo que ocurría en Paraguay, pero Artigas logró frenar ésta medida extrema. Artigas confiaba en que, a través de una negociación, podría llegarse a un acuerdo con las autoridades de Buenos Aires. Lejos estaba de su propósito el fracturar el movimiento revolucionario.

El enfrentamiento concreto se da en torno al tema del orden de marchas de las tropas , para reiniciar el sitio a Montevideo. En la concepción centralista de Sarratea, sólo se trata de soldados, ya sea porteños u orientales, al servicio de Buenos Aires. En ese sentido el podía disponer según su leal saber y entender, de cómo debían integrarse los orientales, distribuidos entre los regimientos porteños. En la concepción de Artigas, no existen tropas orientales, sino que el ejército es EL PUEBLO ORIENTAL,REUNIDO Y ARMADO. Cualquier intento de disgregarlo, conlleva la destrucción de la entidad PUEBLO ORIENTAL, formado en las duras experiencias transcurridas. A partir de esta desinteligencia, que aparentemente solo es una disputa por el mando militar, se pondrán en evidencia dos programas radicalmente opuestos.

El centralismo porteño y las alternativas posibles

Por un lado el programa centralista.Llevado adelante por los dirigentes porteños, expresa los intereses estratégicos de la clase comercial porteña y de los hacendados de Buenos Aires. Su objetivo es llevar la guerra contra los españoles, para garantizar la apertura de estos territorios al mercado internacional, conservando la hegemonía de las clases dominantes de la ex-capital virreinal sobre los habitantes del resto del territorio. Son centralistas para imponer la dictadura de la capital -representada en sus clases privilegiadas. Las oposiciones a tal proyecto no se harán esperar. Pero en lo inmediato, los primeros en responder, por su particular situación y por tener a su frente a una personalidad como la de José Artigas, serán los orientales. Justamente, el autonomismo oriental de raíces coloniales, acentuado en la experiencia de la lucha anti-española y anti-portuguesa conducirá a la formulación de un programa de organización nacional, que rechazando el centralismo, evite también los riesgos de la pulverización localista . Ese programa, que comienza a construirse en estas peripecias dramáticas del enfrentamiento de Artigas con Sarratea, descansa en la reivindicación de la soberanías particulares de los pueblos, a partir de las cuales, se edificaría una unidad nacional igualitaria, federalista.

Cambios políticos para lograr la independencia y la Constitución.

El 8 de octubre de 1812, en Buenos Aires se da un movimiento político, el golpe de estado de la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro, que desplaza del poder al equipo que integraba el propio Sarratea. San Martín y Alvear , se convierten en los dirigentes más importantes del gobierno, para impulsar una política revolucionaria clara en torno a dos temas : independencia de España y Constitución, para organizar a las provincias en su nueva vida. No obstante el movimiento se desgastará rápidamente. En especial por el alejamiento de San Martín y la falta de principios y escrúpulos de Alvear. Este ,enviado como mediador al Ayuí, ni siquiera se entrevistará con Artigas , al que denostará públicamente, apoyando abiertamente a Sarratea.

En ese clima, se da el retorno de las tropas para iniciar las operaciones militares contra Montevideo. El enfrentamiento entre Artigas y Sarratea , degenera rápidamente en una larvada guerra civil. En octubre las primeras partidas orientales al mando de Culta han iniciado el sitio contra la ciudad amurallada, pero el grueso de las tropas avanzaba lentamente. Artigas utilizó para defender a su pueblo, tanto la acción militar (quitarle las caballadas a Sarratea) como la negociación.

La semilla del federalismo.

La intervención de mediadores, como Tomás García de Zúñiga, pareció tener éxito al firmarse el llamado “Compromiso del Yi” ,el 8 de enero de 1813. Violado por Sarratea, desencadena las furias de Artigas. La respuesta de Sarratea será el de declararlo traidor a la patria y conspirar para asesinarlo. (Lástima que se equivocó feo, pues confió para esa tarea en Fernando Otorgués, paisano astuto y primo de Artigas por añadidura, quien prestándose al doble juego, desenmascaró los propósitos de Sarratea). La situación llegó a ser tan insostenible que, en definitiva, los propios oficiales del estados mayor porteño, con José Rondeau a la cabeza, decidieron deponer a un jefe tan intransigente como desprestigiado.

Artigas, apoyado ahora por un grupo numeroso de comerciantes, saladeristas y estancieros de extramuros de Montevideo, que no lo siguieron al exilio, pero que han sufrido la represión de Elío y que no desean una guerra civil que los perjudique aún más, enviará a García de Zúñiga a Buenos Aires, con un conjunto de reivindicaciones. Siete de las mismas se refieren a asuntos concretos relativos al enfrentamiento con Sarratea ( reconocimiento del buen nombre de Artigas, devolución del armamento de los blandengues, reconocimiento del carácter auxiliador de las fuerzas de Buenos Aires, etc.) Pero en la claúsula 8ª aparece la piedra fundamental de lo que más tarde será la doctrina federal : “La soberanía particular de los pueblos será precisamente declarada y ostentada, como objeto único de nuestra Revolución.” A partir de allí , en un plano de igualdad que dejaba de lado las pretensiones hegemónicas de Buenos Aires, se podría integrar sólidamente la nación liberada de opresores.

El 26 de febrero de 1813 Artigas y los orientales se incorporan al sitio. Desde sus azoteas, los montevideanos españolistas, descubren asombrados, que los indios charrúas se han sumado a la lucha.

En el lapso del año que se extiende hasta enero de 1814, el artiguismo expondrá de manera explícita su programa político, y parcialmente el económico. Tal será la tarea del Congreso de Tres Cruces.

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