martes, 14 de julio de 2009

Del pasado efímero - Cuando las comisarías eran baluartes colorados...

Nuevas instituciones, vicios viejos.

1919 fue un año de estrenos. En primer lugar, la nueva Constitución que sustituyó a la vigente desde 1830.El país estaba en crisis económica. Los sectores empresariales, los medios conservadores ,miraban como sospechosos de comunismo a cuanta reivindicación social aparecía en el aire. La revolución rusa había abierto esperanzas entre los pobres de la tierra...

El Partido Colorado se desgarraba en el nuevo enfrentamiento entre Batlle y Ordóñez y Feliciano Viera, enemistados desde 1916 a raíz del famoso “alto” a las reformas, que se agregaba a la anterior escisión ultra-conservadora del Riverismo de Manini Ríos. Era muy difícil adaptarse a las nuevas condiciones creadas por la constitución ; sobre todo para un Partido Colorado que siempre se había aprovechado de su supremacía en el Estado para asegurar su permanencia. Ahora gracias a los opositores blancos/nacionalistas había voto secreto, representación proporcional, sufragio universal ( todavía no de las mujeres) ; toda una serie de garantías que dificultaban las tretas habituales. Como se sabe, es difícil cambiar hábitos, especialmente si son viejos...

Para agregar leña al fuego, el nuevo Presidente de la República ( que compartía el Poder Ejecutivo con el colegiado Consejo Nacional de Administración), el colorado Baltasar Brum, muy amigo de Batlle quiso probar fortuna y formar su propio agrupamiento interno : la Unión Colorada. En el pasado todo presidente que se preciara siempre había tratado de dominar al Partido y de allí ganar sin problemas las elecciones. La tradición era fuerte ; los tiempos distintos. Brum, amigo de Batlle, anunciaba que su nuevo grupo lo que buscaba era la reunificación de los colorados. Cualquiera medianamente informado en política uruguaya sabía que Brum trataba de sentar las bases para la continuidad de su influencia política.

Comisarías al servicio del Sr. Presidente

Tal como era costumbre antes de 1919, Brum trató de utilizar a las fuerzas policiales como base para su nueva organización partidaria. Las comisarías funcionarían como clubes partidarios ad-hoc. La oposición, incluyendo la fracción de Viera - el llamado Partido Colorado Radical - trató de impedir la realización de esta política interpelando al ministro del Interior. Tratando de evitar la censura de su ministro, Brum entró a recorrer el camino de sustituirlos antes de que la oposición se diera el gusto de derribarlos. Así Javier Mendivil, amigo personal del presidente, renunció para dar paso al Dr. Pedro Manini Ríos ; y cuando este no pudo sostenerse ya más, lo sustituyó el Dr. Gabriel Terra. Curiosas paradojas : catorce años más tarde el destino pondría frente a frente al ex presidente Brum ahora integrante del Consejo Nacional de Administración, contra su ex ministro del Interior, convertido en Presidente de la República, golpista implacable en el infausto 31 de marzo de 1933.

El Dr. Terra, asociado al Jefe de Policía de Montevideo, el Gral. Pintos entró en relaciones tensas con el Parlamento. Duras intervenciones se sucedieron, en donde Terra polemizó con la oposición. Dentro de ella se destacaba al Dr. Juan Andrés Ramírez, que sumaba a sus ya conocidos ataques contra Batlle, la más cerrada crítica a las prácticas políticas llevadas desde la actual Presidencia.

En los momentos previos a las elecciones de noviembre de 1919, el hecho más escandaloso lo protagonizó un inspector de policía de nombre Molina, que fue sorprendido in fraganti en el momento de entregar credenciales y otros documentos requeridos para votar a “ladrones conocidos” y “proxenetas requeridos por la justicia” como dijo la prensa de la oposición. Desde filas del oficialismo colorado se minimizó el hecho pues no pudieron aportarse pruebas de que Molina actuara en connivencia con sus superiores.

No obstante todo esto las elecciones fueron relativamente normales. Los resultados favorecieron un renacimiento del sector batllista , muy venido a menos desde 1916 ; los vieristas retrocedieron y el nuevo sector de la Unión Colorada de Brum tuvo escasos resultados.

Una comisaría allanada para el escándalo

De pronto, en la aparente calma del cálido diciembre post electoral estalló la tormenta. Un matutino de la oposición denunció con grandes titulares que un juez había ordenado el allanamiento de la comisaría de la 3ra. Sección policial bajo sospecha de que allí se realizaban actividades políticas ilegales. El Jefe de Policía el Gral. Pintos se había negado a permitir la investigación alegando que debía obtener el permiso de sus superiores. La autorización del Presidente Brum no se hizo esperar, pero antes, el diputado nacionalista Enrique Andreoli que era el denunciante del hecho, en la confusión de la fallida inspección, sustrajo de la comisaría una libreta con anotaciones comprometedoras. “El País” publicó en facsímil algunas partes de la libreta luego de lo cual la misma fue entregada al presidente de la Cámara de Diputados. Brum ordenó el arresto de Andreoli por robo de documentos oficiales, pero la Cámara se negaba casi por unanimidad a que compareciera ante el juez. La policía, de inmediato, dejó en libertad al diputado. Los ánimos se crisparon al máximo ; el conflicto institucional se puso al rojo vivo. Brum , tozudamente, declaró que otra vez que sucediesen hechos similares actuaría de la misma forma.

El Poder Judicial lanzó una orden de arresto contra el gral. Pintos pues con sus órdenes había protegido a gente sospechosa. Los nacionalistas denunciaron que gracias a la obstrucción del Jefe de Policía a la acción judicial, se habían sustraído otros documentos comprometedores, similares al retirado por Andreoli.
Pintos fue acusado de encubridor de delincuentes, relacionándolo con el caso del inspector Molina del mes de anterior.

Brum ,elevó una nota a la Suprema Corte de Justicia en la que subrayaba la independencia de los tres poderes del estado y establecía que razones de índole constitucional y moral le impedían acatar la orden. Insólitamente, basándose en precedentes nacionales e internacionales, alegaba que el Poder Ejecutivo tenía el derecho de ¡impedir que un juez violase la Constitución y la Ley !

¿Pruebas , qué pruebas?

Como suele ocurrir, con las acciones obstruccionistas del oficialismo, nunca aparecieron pruebas concluyentes acerca de los fraudes electorales. Se sospechaba que muchas pruebas desaparecieron entre el momento en que se hizo la denuncia y el concreción de la inspección. Sin embargo, la opinión pública se sensibilizó frente a estos acontecimientos y se tuvieron muy serias dudas acerca de los procedimientos electorales del Presidente Brum.

Según la libreta sustraída por Andreoli, se habían encontrado listas de votación de la Unión Colorada en el local de la comisaría, anotaciones por pagos efectuados a los policías por los días perdidos en que habían actuado en la campaña política, y otros males menores. Para el Jefe de Policía, nada de esto era irregular ; sostuvo ,además, que en la comisaría había listas de otros sectores colorados. De acuerdo con la nueva constitución los policías tenían derecho a votar, pero se les prohibía todo acto público excepto el sufragio.

Todos estos hechos, sin poder probar formalmente la corrupción política dirigida desde la Presidencia de la República, acentuaron la convicción de que esa comisaría y otras de Montevideo servían como clubes políticos y centros de propaganda de la Unión Colorada, cosa que era claramente inconstitucional. Sin embargo, fraudes electorales directos no se pudieron comprobar.

La crisis fue grave pues Brum no tenía apoyo suficiente en el Parlamento ; hasta los batllistas finalmente lo dejaron solo ante este problema.

En febrero de 1920, al instalarse la nueva Legislatura se discutió la legitimidad de los legisladores electos en comicios sobre los que planeaba la sombra de la ilegalidad. Los debates fueron muy agitados ,pero en definitiva se desestimó el convocar a nuevas elecciones y las dos bancas obtenidas por la Unión Colorada fueron ratificadas. Brum, en su mensaje anual, decía que nunca se habían hecho elecciones con tantas garantías...Los socialistas pidieron que se iniciase juicio político contra el Presidente. La cosa era tan seria que los batllistas decidieron no entrar a sala para que no pudiese tratarse...Los nacionalistas estaban divididos y el Honorable Directorio exhortó a los legisladores blancos a no llevar las cosas hasta sus últimas consecuencias.
El resto fue obra del calor del verano, del sopor de febrero... La Cámara nunca discutió el asunto.

Bibliografía : Göran Lindahl - “Batlle, fundador de la democracia”
Roque Faraone - “El Uruguay en que vivimos”
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