miércoles, 15 de julio de 2009

El fogón de Artigas - Así nació el Pueblo Oriental...

La cuestión es solo entre la libertad y el despotismo” (Artigas a Sarratea , 25 de diciembre de 1812)

La primera invasión portuguesa

Elío desde Montevideo solicitó ayuda a Río de Janeiro, directamente a la princesa Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII y esposa del regente , Don Juan, reiterada luego directamente a Portugal.. En Río, el embajador inglés Lord Strangford y el español, Marqués de Casa Irujo dieron la luz verde para una intervención que se concretó a partir del 1º de junio. La Banda Oriental será invadida por el norte y el este por poderosas fuerzas militares.

Los habitantes de la campaña abandonaron sus hogares y bienes para buscar refugio y protección al lado de Artigas y el ejército. Las tropas portuguesas del norte fueron detenidas sobre el Río Negro, pero las del sur llegaron hasta Maldonado casi sin encontrar resistencia.

Para los orientales era una catástrofe que debía enfrentarse enérgicamente. Para el gobierno de Buenos Aires , este hecho se da en un panorama oscurecido por las derrotas militares contra los españolistas del Alto Perú. Objetivamente el ejército sitiador de Montevideo, corría el riesgo de convertirse en sitiado, colocado entre los fuegos de españoles y portugueses. La hora era particularmente dramática.

Las contradicciones en el ámbito patriota y las primeras asambleas orientales.

El desastre de Huaqui en el Alto Perú, el bloqueo de Buenos Aires por la flota española y la invasión portuguesa llamada por Elío, crearon una difícil situación para el gobierno revolucionario. Para ellos había llegado el momento de obtener un reagrupamiento de fuerzas : era necesario poner fin a la invasión portuguesa, llegando a un acuerdo con Elío. Optar por Montevideo en esas circunstancias, será optar por el mal menor. Por ello desde Buenos Aires se inician gestiones de paz con el Virrey. Gestiones en principio discretas, pero que van a trascender y conmover a los orientales.

Al conocer estas tratativas los orientales exigieron ser oídos por las autoridades de Buenos Aires. Con el apoyo de Rondeau, Jefe del Ejército Sitiador, se reúne el vecindario oriental en la antigua Panadería de Vidal, transformada en Cuartel General, ubicada justamente en el corazón de nuestro barrio. En ésta primera asamblea celebrada el 10 de setiembre de 1811, concurrieron alrededor de 100 vecinos. Gente de consideración y prestigio como Artigas, Miguel Barreiro, Larrañaga, Carlos Anaya, Felipe Cardozo, García de Zúñiga, el padre Ortiz, y otros orientales que la historia no ha registrado. Puestos en conocimiento de las negociaciones y consecuencias del armisticio que se estaba tramitando , los orientales expresaron firmemente que “ el vecindario se comprometía a sostener el sitio personalmente, interín el ejército salía al encuentro del que mandaba el Gral. De Souza.” La convicción con que ésta estrategia fue explicada, tuvo como resultado que los delegados de Buenos Aires interrumpieran las conversaciones con Elío y retornaran a Buenos Aires para reconsiderar la situación.

Para Buenos Aires es únicamente un problema de estrategia militar, uno más...Para los orientales, que se han sublevado contra un gobierno despótico, ofrendando sus personas y bienes a la causa, saben que el armisticio los pone en las manos, nuevamente, de sus vengativos opresores.

El duro golpe del armisticio con Elío.

La situación política en Buenos Aires era muy agitada, y el 23 de setiembre de 1811 se instituye un régimen con una autoridad más centralizada en torno del Primer Triunvirato. Los historiadores consideran que el elenco político que respaldó estos cambios, es un grupo de dirigentes completamente ajenos a una concepción revolucionaria, únicamente preocupados por salvaguardar el predominio de la ex-capital virreinal sobre el resto del territorio. Chiclana, Paso y Sarratea pasaron a ser las cabezas visibles de uno de los grupos políticos más estérilmente centralistas de todo el proceso de la Patria Vieja.

Para ellos la situación que se vivía en la Banda Oriental debía cesar de inmediato, y desde el 1º de octubre se reiniciaron las tratativas para el armisticio, dejándose de lado los intereses de los orientales. El 7 de octubre se llegó a un acuerdo preliminar de 20 artículos en los que se ratificaba la fidelidad a Fernando VII, se declaraba la unidad de la Nación Española, y se fijaba en el Paraná la línea tras la cual debían retirarse las tropas de Buenos Aires. La Banda Oriental quedaba en manos de Elío.

Alertados sobre el nuevo curso de los acontecimientos, los orientales se reunieron, el 10 de octubre en una nueva Asamblea, esta vez en la Quinta de la Paraguaya, ubicada en la zona actual de 8 de Octubre y Garibaldi. En ella, los participantes manifestaron que no se llegara a la conclusión de las negociaciones sin contar con la anuencia de los orientales, cuya suerte se estaba decidiendo en esas horas críticas. En presencia del negociador bonaerense del armisticio, Dr. José Julián Pérez, los orientales insistieron en la necesidad de continuar la lucha aunque fuera “ con palos, con los dientes, con las uñas” . En la discusión se va a generar un gran equívoco, pues los orientales van a interpretar que la orden de levantar el sitio era únicamente un movimiento estratégico para salir a enfrentar a los portugueses. Percibiendo que el gobierno de Buenos Aires ya no los representaba, los participantes terminan eligiendo a José Artigas como Jefe de los Orientales, convirtiendo así en forma expresa una magistratura que tácitamente el caudillo venía ejerciendo desde el mes de abril.

La “Redota”.

“Marchamos los sitiadores en retirada hasta San José “ -relata el propio Artigas en su carta a la Junta Paraguaya -“ y allí se vieron precisados los bravos orientales a recibir el gran golpe que hizo la prueba de su constancia : el gobierno de Buenos Aires ratificó el tratado en todas sus partes...”

Esta ratificación se concretó entre los representantes del gobierno de Buenos Aires y Elío el 20 de octubre de 1811. Conocida la noticia por los orientales el día 23, Rondeau y Artigas , como militares subordinados a Buenos Aires debían emprender la retirada del territorio oriental. Rondeau marchará hacia Colonia para embarcarse con sus tropas. Artigas, destinado a las Misiones, deberá marchar hacia el norte.

En esas condiciones, en forma espontánea miles de orientales, que rechazan volver a caer bajo el dominio de Montevideo, se van agrupando detrás de su Jefe. Se sienten abandonados por el gobierno de Buenos Aires, en quien habían confiado totalmente. El Armisticio es una derrota. “La redota” en el sencillo lenguaje popular.

Para los vecinos, la única salvación frente a portugueses y españoles, es seguir al ejército , al mando de quien ha sido proclamado Jefe de los Orientales.

La redota, el Exodo como será llamado luego poéticamente, es un verdadero plebiscito. “No fue el voto de un hombre sino de un pueblo” dirá Monterroso en 1835. Artigas queda en una situación especial dotado de una doble investidura, la de militar subordinado a Buenos Aires y la de Jefe de sus conciudadanos.

Por un lado, formalmente acepta las consecuencias de un Tratado que no compartía. Por otro , no oculta su desilusión. “El gobierno de Buenos Aires abandona esta Banda a su opresor antiguo” - escribió Artigas - “pero ella enarbola a mis órdenes el estandarte conservador de la libertad. Síganme cuantos gusten, en la seguridad que yo jamás cederé.”

Nace el Pueblo Oriental.

Los protagonistas de estos sucesos dramáticos tuvieron conciencia de nacer a la vida política a partir de las diferencias sustanciales con el gobierno de Buenos Aires. Nada mejor que escucharlos a ellos. “ Los lances de la guerra separaron de entre nosotros los brazos fuertes de nuestros auxiliadores, sellando estos una convención...con Montevideo, y entonces nosotros, en el goce de nuestros derechos primitivos, lejos de entrar en un pacto con la tiranía, que mirábamos agonizante, nos constituimos en una forma bajo todos los aspectos legal, y juramos continuar la guerra, hasta que los sucesos de ella solidasen en nuestro suelo una libertad rubricada ya con la sangre de nuestros conciudadanos. V.E. no puede ver en esto sino un pueblo abandonado a sí solo...sin que pudiese haber otro, que reclamase su dominio, y que en el uso de su soberanía inalienable pudo determinarse según el voto de su voluntad suprema. Allí obligados por el tratado convencional del Gobierno Superior, quedó roto el lazo (nunca expreso) que ligó a él nuestra obediencia, y allí sin darla al de Montevideo, celebramos el acto solemne, sacrosanto siempre de una constitución social, erigiéndonos una cabeza en la persona de nuestro dignísimo Conciudadano Don José Artigas para el orden militar, de que necesitábamos.” (Carta de los Jefes del Ejército Oriental al Cabildo de Buenos Aires, desde el Ayuí, 27 de agosto de 1812). Quedaba por recorrer el duro camino del exilio...

No hay comentarios:

Publicar un comentario